La iglesia es un espacio de fe, contención y comunidad. Sin embargo, también es un espacio donde se desarrollan actividades laborales, se trabaja con menores, se reciben confesiones delicadas y se manejan situaciones sensibles que pueden tener implicancias legales. La doctora Verónica Aponte —abogada y líder en la Iglesia La Estación— expone una verdad esencial: Dios es un Dios de orden, y lo legal forma parte de ese orden.

Este artículo resume de manera práctica los principales consejos ofrecidos durante la entrevista, con el fin de ayudar a pastores, líderes, maestros y consejeros a actuar correctamente ante situaciones de riesgo, abuso, violencia o conflictos dentro del entorno eclesiástico.
1. La iglesia como institución legal y empleadora
Las iglesias —asociaciones, fundaciones o ministerios— funcionan legalmente como cualquier otra entidad. Esto implica:
- Cumplir obligaciones laborales: IPS, contratos, horarios, responsabilidades.
- Marcar límites claros entre lo espiritual y lo laboral.
- Evitar la informalidad basada en la “hermandad”.
- Mantener disciplina y orden administrativo.
Idea clave:
“Es más barato ser legal”.
El desorden genera conflictos, sanciones y crisis que podrían evitarse con una estructura responsable.
2. Consejería y confesiones: manejo correcto
Cuando un pastor o consejero recibe una confesión sensible —abuso, violencia o delitos— debe seguir principios esenciales para proteger a la persona y para evitar responsabilidad legal.
2.1. No preguntar detalles ni escarbar
La curiosidad puede llevar a revictimizar. Legalmente no está permitido presionar a la persona para obtener más información.
Reglas básicas:
- No hacer preguntas guiadas.
- No completar silencios.
- No reinterpretar lo que la persona dice.
Cada dato extra aumenta la responsabilidad del consejero.
3. Cuando un menor revela un abuso
Los menores requieren acciones muy específicas.
3.1. Recordar la regla de edad
- Menores hasta 14 años: no son imputables.
- De 14 a 18 años: sí tienen responsabilidad penal juvenil.
3.2. Nunca avisar a los padres si ellos son los acusados
Avisarles coloca al menor en mayor riesgo. El camino correcto es contactar a las autoridades de niñez y adolescencia.
3.3. Aunque el abuso haya pasado hace años, sigue siendo relevante
Si la víctima es menor o sigue viviendo con el agresor, el riesgo continúa. El consejero puede tener la obligación de actuar.
4. Cuando la víctima es adulta
Si ya no es menor:
- El pastor acompaña emocional y espiritualmente.
- Se recomienda derivar a un abogado.
- La acción legal depende del caso (incluso puede estar prescripta).
El enfoque principal pasa a ser la sanidad emocional y espiritual.
5. Confidencialidad no es guardar secretos
Una frase clave:
“Somos confidenciales, pero no guardamos secretos.”
La confidencialidad se respeta mientras nadie esté en peligro.
Si la persona amenaza su vida o la de un tercero, el consejero debe actuar de inmediato: acompañar, llamar a personas clave, contactar profesionales o emergencias.
6. ¿Preguntar más detalles? Solo si es imprescindible
Antes de preguntar, el consejero debe pensar:
- ¿Para qué quiero saber esto?
- ¿Qué haré con esta información?
- ¿Puedo causar daño insistiendo?
Si la persona no quiere relatar, no se la presiona. Se acompaña y se deriva.
7. ¿Contar a otros lo que pasó hace años?
Si revelar lo ocurrido puede proteger a otros menores del mismo agresor, sí es necesario actuar. La protección siempre está por encima de evitar conflictos familiares.
Si la persona quiere contar su historia por razones de sanidad personal, también es válido, siempre comprendiendo las consecuencias.
8. Trabajo multidisciplinario: esencial
Un caso de abuso toca muchas áreas: legal, emocional, espiritual, psicológica.
Por eso se recomienda un equipo completo:
- Pastor o consejero
- Abogado
- Psicólogo
- Psiquiatra (cuando corresponde)
- Otros profesionales de apoyo
El ser humano debe ser atendido en su integralidad.
Conclusión
La iglesia tiene un rol espiritual, pero también una responsabilidad legal y humana. Una consejería mal manejada puede poner en peligro a un menor, generar complicaciones legales o profundizar heridas.
Las pautas fundamentales son claras:
- Escuchar sin presionar.
- Evitar preguntas innecesarias.
- Proteger al menor y no avisar a agresores.
- Actuar si hay riesgo de vida o peligro a terceros.
- Derivar a profesionales.
- Acompañar espiritualmente sin invadir áreas legales o psicológicas.
Proteger es amar. Y proteger implica fe, compasión y responsabilidad jurídica.